CAPíTULO 3
3:00 h de la madrugada, todo está desierto, las calles destrozadas, ya no hay casi oxígeno en el medio.
La guerra parece haberse calmado en la zona, aunque a lo lejos se pueden seguir escuchando bengalas caer. No podemos seguir así o pronto llegará nuestro fin. Escribió Sikes en su diario.
Mientras, Talía observaba a través de la ventana, o lo que quedaba de ella tras haber sufrido el impacto de una bengala en el cristal, aquella oscura noche en Brasil.
El único que había podido descansar esa noche, era John, hasta que despertó algo alterado. Las chicas ya tenían conocimiento de sus sueños premonitorios, pero no se imaginaban hasta qué punto podían ser ciertos. En el sueño que había tenido esa noche, la casa de Talía se derrumbaba y se veía llena de escombros y a ellos tres los veía caminando , hacia algún lugar, pero John se despertó antes de que supiera de qué lugar se trataba.
Las chicas se quedaron desconcertadas, no pensaban que se iban a quedar sin lo más importante que tenían: la casa. Pero actuaron de manera rápida, cogieron algo de comida con la que poder sobrevivir y decidieron dirigirse hacia algún lugar seguro. Entonces fue cuando Sikes se acordó del desarrollador de búsqueda satélite que había creado. Esa máquina podría ayudarles a buscar ese lugar tranquilo que necesitaban, un lugar donde, además, tuvieran la posibilidad de no estar aislados del todo.
El desarrollador comenzó a marcarles direcciones sin saber ellos a dónde les llevaría, pero a esas alturas, todo era muy extremo y daba igual donde estuvieran, lo que realmente les importaba era el cómo sobrevivirían.
Tras cuatro horas andando pararon a descansar y a retomar fuerzas. No les faltaba mucho pero se empezaban a desesperar, y, aunque estaban muy cansados, decidieron continuar.
Al fin, llegaron. Aquel sitio no era muy normal, no se creían que fueran a pasar ahí unos días, no se lo podían ni imaginar. Era ¡un vertedero! estaba a las afueras de la ciudad, estaba lleno de chatarra y de basura por todas partes pero de pronto Talía observó que había una caravana al lado de la puerta, oyeron ruidos y decidieron ir a investigar.
Encontraron a una pareja de ancianos que vivían allí, les invitaron a pasar y comenzaron a hablar. Les explicaron que en ese lugar nada era igual que en la ciudad, la materia se descomponía y la podían aprovechar. Ellos comprendieron la situación, en la ciudad lo habían perdido todo por comodidad y por no querer reciclar.
Los ancianos les dijeron también que ese no era el mejor lugar y que había otro aún mejor: una montaña, a tan solo veinte minutos de allí andando. Su cima era el mejor lugar donde las personas podrían sobrevivir, pero ellos ya no irían porque ya habían rehecho su vida en el vertedero. No obstante animaron a Sikes, John y Talía a que se dirigieran allí. Al final los amigos partieron hacia la montaña con unas tiendas de campaña que les prestaron los ancianos.
Cuando llegaron, montaron las tiendas y se establecieron en el lugar.
La guerra parece haberse calmado en la zona, aunque a lo lejos se pueden seguir escuchando bengalas caer. No podemos seguir así o pronto llegará nuestro fin. Escribió Sikes en su diario.
Mientras, Talía observaba a través de la ventana, o lo que quedaba de ella tras haber sufrido el impacto de una bengala en el cristal, aquella oscura noche en Brasil.
El único que había podido descansar esa noche, era John, hasta que despertó algo alterado. Las chicas ya tenían conocimiento de sus sueños premonitorios, pero no se imaginaban hasta qué punto podían ser ciertos. En el sueño que había tenido esa noche, la casa de Talía se derrumbaba y se veía llena de escombros y a ellos tres los veía caminando , hacia algún lugar, pero John se despertó antes de que supiera de qué lugar se trataba.
Las chicas se quedaron desconcertadas, no pensaban que se iban a quedar sin lo más importante que tenían: la casa. Pero actuaron de manera rápida, cogieron algo de comida con la que poder sobrevivir y decidieron dirigirse hacia algún lugar seguro. Entonces fue cuando Sikes se acordó del desarrollador de búsqueda satélite que había creado. Esa máquina podría ayudarles a buscar ese lugar tranquilo que necesitaban, un lugar donde, además, tuvieran la posibilidad de no estar aislados del todo.
El desarrollador comenzó a marcarles direcciones sin saber ellos a dónde les llevaría, pero a esas alturas, todo era muy extremo y daba igual donde estuvieran, lo que realmente les importaba era el cómo sobrevivirían.
Tras cuatro horas andando pararon a descansar y a retomar fuerzas. No les faltaba mucho pero se empezaban a desesperar, y, aunque estaban muy cansados, decidieron continuar.
Al fin, llegaron. Aquel sitio no era muy normal, no se creían que fueran a pasar ahí unos días, no se lo podían ni imaginar. Era ¡un vertedero! estaba a las afueras de la ciudad, estaba lleno de chatarra y de basura por todas partes pero de pronto Talía observó que había una caravana al lado de la puerta, oyeron ruidos y decidieron ir a investigar.
Encontraron a una pareja de ancianos que vivían allí, les invitaron a pasar y comenzaron a hablar. Les explicaron que en ese lugar nada era igual que en la ciudad, la materia se descomponía y la podían aprovechar. Ellos comprendieron la situación, en la ciudad lo habían perdido todo por comodidad y por no querer reciclar.
Los ancianos les dijeron también que ese no era el mejor lugar y que había otro aún mejor: una montaña, a tan solo veinte minutos de allí andando. Su cima era el mejor lugar donde las personas podrían sobrevivir, pero ellos ya no irían porque ya habían rehecho su vida en el vertedero. No obstante animaron a Sikes, John y Talía a que se dirigieran allí. Al final los amigos partieron hacia la montaña con unas tiendas de campaña que les prestaron los ancianos.
Cuando llegaron, montaron las tiendas y se establecieron en el lugar.