CAPíTULO 4
Dos semanas más tarde, desde la montaña ya no se veían las casas, solo escombros; el humo ensombrecía la lejanía . El olor a pólvora nos despertó.
"Cada mañana John iba a coger agua y comida a una cascada de la que salía un pequeño riachuelo que regaba unos cuantos árboles con frutos"- escribió Sikes en su diario. "Mientras, Talía y yo volvimos al basurero para buscar cosas de utilidad y al mediodía nos reunimos los tres". Sikes cerró su diario y lo guardó en su mochila.
Una mañana, se levantaron más pronto de lo normal, desayunaron y salieron. Como siempre, al mediodía Talía y Sikes regresaron juntas, entretenidas en su conversación. Cuando llegaron a la tienda de campaña les sorprendió que John aún no hubiera llegado todavía; él solía llegar el primero pero pensaron que, por alguna circunstancia, se habría retrasado. Pasaron unas horas y Talía y Sikes se empezaron a impacientar, estaban preocupadas. De repente John vino corriendo, angustiado, había recorrido la montaña de arriba abajo y no había encontrado alimento. Talía y Sikes se quedaron un segundo calladas, se preguntaban qué podían hacer, tenían reservas para aguantar tres días más.
-Ya pensaremos algo- les tranquilizó Talía.
Cayó la noche, Talía iba a hacer fuego para no pasar frío con unos papeles y antes de quemarlos se dio cuenta de que había un periódico entre ellos, decidió guardarlo para leerlo en uno de tantos momentos en los que se aburría. Sikes estaba escribiendo en su diario y John acababa de volver de darse una ducha en la cascada. Los tres se acostaron pronto.
Talía se despertó de madrugada porque no tenía sueño, cogió el periódico y empezó a leer. En la portada aparecía un artículo de hacía un mes que decía que se había descubierto un planeta parecido a la Tierra en el que existía agua y había oxígeno, los científicos lo habían llamado Alkibla 314.
A Talía se le iluminó el rostro, tenía un idea. Despertó a Sikes y a John y les contó la noticia
-¿Y qué se te ha ocurrido?- preguntaron.
-Es una locura, pero tenemos que intentar trasladarnos a ese planeta- dijo Talía.
-Es muy precipitado, y ¿cómo? Mi nave se rompió en el accidente y ni siquiera sabemos dónde está- replicó John.
-La selva en la que se estrelló está al otro lado de la montaña, podemos buscarla- le explicó Talía.
-¿Y las provisiones? Tardaremos mucho tiempo en llegar-añadió Sikes.
John pensó en el científico Lozano, él les podría ayudar. Decidieron desconectar, mañana sería otro día, y volvieron a dormirse.
Al alba se levantaron y se encaminaron a la selva, tardaron dos día en hallarla, pero la nave se encontraba en un estado deplorable y ellos quedaron desolados.
-Quizás yo podría arreglarla- dijo John esperanzado.
Estaban de acuerdo en que tenían que intentarlo.
-Sikes utiliza tu superfuerza para sacar la nave de la maleza- propuso su hermano John.
Ella, con una fuerza sobrehumana, lo consiguió.
-John, tú arregla la nave, mientras, Sikes y yo iremos a pedirle ayuda al científico Lozano- dijo Talía.
Sikes y Talía iniciaron el camino de vuelta. Tenían que ir cuanto antes al laboratorio. Tardaron varios días y varias noches, pero al final llegaron. Una vez allí explicaron a Lozano la situación. Al científico les pareció muy buena idea lo que iban a hacer, les dijo que disponía de unas cápsulas alimentarias y trajes de astronauta que le servirían para aquel largo viaje. Ellas muy agradecidas se despidieron de él con un fuerte abrazo, él les deseó mucha suerte.
John estuvo día y noche arreglando la nave, Sikes y Talía, tras su regreso, también le echaban una mano. Cuando la nave estuvo lista, decidieron marcharse. Lo recogieron todo y se subieron a ella.
En el último momento Sikes se dió cuenta de que se había dejado el diario, pero ya era tarde, habían despegado, y ahí estaban, dejando atrás su pasado, subidos a una nave rumbo a lo desconocido.